Si bien el objeto de deseo de muchos en estos días es ver la exposición de las acuarelas de Marilyn Manson llamada The Path of Misery, no me estoy refiriendo precisamente a ella, sino a otro camino de la miseria, el que sufrimos ayer por la noche.
Sólo faltaban señalamientos de “No corro”, “No grito” y “No empujo” –como los de las escuelas primarias- en algún lugar de las zonas en las que los reporteros y fotógrafos nos reunimos a esperar un tour con guía de lujo que prometía ser de las mejores experiencias, casi tanto o mejor que ir en limosina con el Señor Monopoly y recibir dinero. No había niños, pero sí muchos “periodistas” que hacían que aquello pareciera una jungla en donde Manson era la carnada.
Nadie les dijo que tomaran distancia por tiempos, pero buena falta hizo con tanta desorganización. Quienes llevaron el evento más tenían pinta de Moisés declamando los tres mandamientos del Reverendo: “Manson no quiere que le tomen fotos”, fue el primero. “Quien quiera ir sólo a la alfombra roja, sálgase por allá”, el segundo. Y “Manson va a pasar por aquí”, el tercero, que después cambió a “Manson estará allá adentro y sólo podrán tener una foto por medio”.
Después de dos horas de espera –alrededor de las 21:30- y de la falsa promesa por la cual ya todos habíamos quedado un poco –o mucho- decepcionados, todo lo que la prensa obtuvo fueron unas cuántas fotos y un par de respuestas entre al menos 50 preguntas. El Anticristo sí era él, en definitiva aquél era Marilyn Manson, pero los “superestrellas” al parecer eran todos los que lo rodeaban, o al menos eso querían pensar.
Al cabo de un par de quejas, pudimos visitar la sala en donde se encuentran las 30 acuarelas de Brian Warner… ¿Y luego? ¡Ah, sí! ¡El premio de consolación! un cóctel después de la alfombra roja, es decir, unos cuantos shots de tequila gratis y paremos de contar. ¿Alguien sabe quién llegó por la alfombra roja? Porque cuando estuvimos ahí, todo estaba vacío y decadente hasta que apareció la estrella de la noche y saludó a quienes llamaban su atención.
Tras unos cuantos tragos de tequila con tamarindo, la “fiesta” acabó por tornarse aburrida y los DJ’s eran los únicos que bailaban. El atractivo más grande ya se había ido, pero los reporteros y demás invitados se jactaban de estar alrededor del espacio cercado en donde estaban los invitados especiales, a quienes miraban como si se tratara de maniquíes en un aparador. Qué bueno que para observar nadie tiene que saber inglés, o de lo contrario, nadie se atrevería a hacerlo.
La noche acabó muy temprano, una que prometía ser una gran noche fue un suceso más que no tendrá trascendencia. ¿Al cabo de qué?
En fin, la exposición estará disponible hasta febrero del próximo año. Cuentan las malas lenguas que son más los contemporáneos de Manson que los adolescentes rebeldes los que están interesados en aquél arte. ¿Será? Lo que sí sabemos, es que Manson aborda temas muy crudos y hace referencias a cierta iconografía que aquellos de la Generación X y de años anteriores a ella reconocerán perfectamente, así como de personajes históricos y de cine.
De cualquier manera, no hay límite de edad para admirar las obras. Tal vez de criterio sí, porque en definitiva se necesita una mente crítica para poder interpretar lo que un tipo como Marilyn Manson ha visto a lo largo de su vida olvidando un poco lo que hemos visto en los escenarios. Se necesita también el criterio para evitar cometer los errores que personas que se suponen profesionales, como los pseudo-periodistas y demás coordinadores del evento cometieron.
Y me pregunto:
¿Dónde diablos quedaron el profesionalismo y lo bonito de ser periodista? ¿Desde cuándo los "periodistas" son fanáticos mongoles y no.... periodistas?
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